No sabemos si es por efectos del calentamiento del mes de Agosto o porque alguien no ha tenido mejor idea para distraer o fascinar al nuevo Presidente Postal, que relanzar una vez más (ya fue publicitado varias veces) la pseudo-innovadora idea de ensayar con drones el reparto en las áreas rurales difíciles (según la publicidad). Los drones tienen algo en común con los carteros. En Correos sirven para un roto y para un descosido, dan juego tanto en los discursos políticos como en el marketing comercial. En un caso se proclama que los carteros son "el capital humano esencial para el desarrollo del servicio universal y de la empresa pública postal" y en el otro que los drones vienen siendo "el estandarte de la innovación tecnológica que permitirá hacer el reparto postal del siglo XXI con una eficacia y eficiencia incuestionables".
Seamos serios. Por supuesto que en este Correo del siglo XXI es necesario pensar, repensar y diseñar el futuro. Pero no es menos cierto que para llegar a utilizar drones que sustituyan a nuestros carteros han de pasar aún muchas cosas, como la de probar y evaluar con garantía de seriedad y rigor la utilidad real de los aparatos, más allá de su otra utilidad como marketing publicitario a mayor gloria del responsable de turno. Además, la escena nos resulta familiar. Se lanza con una mano el dron cibernético como escaparate de la modernidad tecnológica en zonas rurales, mientras la otra mano suprime servicios rurales con sus carteros de carne y hueso. El estropicio que esto último ocasiona a los ciudadanos y comunidades rurales afectadas es demoledor. Galicia y Asturias son un ejemplo elocuente del daño social de esa forma de gestionar.
Quien quiera aproximarse a la situación actual en Correos deberá tener en cuenta la incidencia de los siguientes aspectos. Una Ley Postal estancada en su desarrollo, necesario para garantizar, de una vez, la financiación del Servicio Universal. Una regulación laboral (Convenio Colectivo y Acuerdo) paralizados desde el inicio de la crisis generando unos salarios devaluados por los ajustes del gobierno anterior. Un empleo desequilibrado con plantillas recortadas que afectan a la calidad tanto del servicio universal como a la actividad comercial en competencia. Una capacidad limitada para gestionar estos problemas señalados por la incomprensión de los políticos concernidos en lo postal durante los últimos años, añadiendo a ello la impotencia de Correos para eludir las restricciones y abandono político de SEPI que ha entorpecido el diseño de estrategias de diversificación, quedando limitadas al albur de la buena voluntad del Presidente saliente o de las ocurrencias del “estratega” de turno. Sin dejar de lado otro problema latente. La contumacia de esos nuevos enemigos del servicio público que no reparan en medios para difundir medias verdades (grandes mentiras) contra Correos, actuando en un ejercicio de complicidad inaceptable. La patronal paquetera presentando demandas y la CNMC aceptándolas sin rubor
UGT cree que los drones pueden esperar. Mientras, nadie nos demuestre lo contrario, está vigente esa sabiduría popular que dice... ¡más vale un cartero con una mano, que ciento de drones volando!. Lo más sensato sería sentarse y hablar, cuanto antes, todas las partes implicadas para poner soluciones y las bases de un plan serio y realista de actuaciones a corto y medio plazo, para buscar la salida a estos problemas que se nos plantea en el presente. La opción no puede ser seguir paralizados a la espera -otra vez- del manido Plan Estratégico. A tal fin hacemos un primer llamamiento al nuevo Gobierno socialista, especialmente a sus Ministros Postales -Fomento y Hacienda- así como al recién nombrado Presidente Postal. Debería ser posible hablar con seriedad y sin alharacas, desde el conocimiento de lo postal, con datos y con las razones y argumentos que asisten a cada parte. De entrada y por simplificar, podríamos decir que necesitamos menos drones y más millones, además de otras soluciones, como la de materializar la Ley Postal elaborada por el gobierno socialista anterior y ralentizada/paralizada por el gobierno saliente. Quede claro, no se trata -solo- de pedir dinero. Pedimos dialogo, sentido común y los recursos adecuados, acabando con el abandono político de Correos de estos últimos años.
Un apunte. Los carteros (los sindicatos postales) tenemos una particularidad ligada al oficio. Caminamos pisando el suelo, a ras de tierra. Cuando nos equivocamos y tropezamos, solemos caer desde una altura razonable, nos curamos las heridas con poca ayuda (a veces sin tiritas) y nos levantamos para seguir aportando el esfuerzo y trabajo diarios, que es la base para que Correos sea lo que es y siga funcionando (según el CIS con eficacia y el reconocimiento social) al servicio de 45 millones de españoles. Por eso es difícil que, en nuestro caso, nos estrellemos desde las alturas como los drones. O como se estrellan algunas ocurrencias disfrazadas de innovaciones, con despilfarro de inversiones millonarias por cálculos “dronísticos” erróneos derivados de tanta vanidad como desconocimiento de la realidad postal a la que va dirigida la ocurrencia. Estos experimentos son muy habituales por parte de los “paracaidistas” de la estrategia (técnicos ajenos a lo postal) cuya habilidad para camelar al Presidente de turno es equivalente a su displicencia para disparar con pólvora ajena, En nuestro caso, el hecho de que asumamos como positivas e inevitables la innovación y la evolución tecnológica no significa aceptar esas prácticas, cuyo fracaso conlleva un injusta imagen del conjunto de los profesionales del Correo.
Dicho lo cual, También debemos recordar que los sindicatos de Correos, UGT, CCOO, CSIF y S. Libre, tenemos un proceso de movilizaciones acordado en marcha, que llevamos varios meses desarrollando. Diciembre está cerca y el nuevo Gobierno tiene la oportunidad de hacer el esfuerzo que el anterior Gobierno (sus ministros concernidos) no hizo, no quiso o no pudo, de poner oídos y sobre todo, de aportar soluciones reales, a los problemas de Correos y sus 51.000 trabajadores.